Vagabundo

 1. Presentaciones


Este era un hombre. Que no era hombre sino perro, que no era perro sino pájaro y no era pájaro sino piedra, y lo era todo sin ser nada y manteniendo la apariencia del hombre.


Era hombre en su pecado, hablando con eufemismos, humanidad, la mancha que estropea toda vestimenta. Esta mancha puede ser una razón de por qué este hombre busca su pobreza, pues para él es necesario no advertir de su pecado, y para ello se encierra en manchas que parecen más sucias. Este hombre es el sentido y pináculo del superviviente, que arriesga todo lo que sueña la gente que tiene, que mancha su cuerpo tal como el alma está manchada, sólo por seguir vivo, pese a su miseria. 


Era perro en su habilidad, desarrollada especialmente para la supervivencia, comiendo de las migas y bebiendo de las fuentes, actuando con cara del pobre que le identifica sin actuar, con ojitos de cordero y dientes de caimán, tan diferentes como el día y la noche, y en ellos los utiliza a su favor según el contexto, pues siempre hay una viuda dispuesta a dejar dormir en su portal a los mendigos, y el hijo de ésta, dispuesto a detenerla con razones infundadas por miedo y ser, o haber sido también otro perro.


Era pájaro, dueño del aire y domador de sus formas y dinamismos, imposible de encerrar, pues nadie le querría bajo el mismo techo, atado sin embargo a sus alas, el cielo su techo y su proveedor de alimento, los muros de las acogedoras casas donde no puede entrar como sus paredes, encerrándole en la tan falsa libertad que le obliga a amarse a sí mismo si quiere seguir siendo hombre y no tan perro.


Por último, era piedra por su falta de vida, de aliento, de calor, mas, acostumbrado a estas facultades, no le importunó que la muerte fuera a buscarle, pues sin tener puerta a la que llamar, la veía de lejos cada día acercarse más. 


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2. Entrúpelo


La mesa de mi escritorio llama comúnmente mi curiosidad, de tal modo que termino por desistir del trabajo para dedicarme exclusivamente a diferenciar los objetos que tenía por millones de criterios salidos de mi magín.

Era realmente llamativo cómo un lápiz se podía diferenciar de otro por el uso que le diésemos, pues afectaba directamente a su realidad. ¿Cómo se debería sentir?, ¿siempre obediente pese a su imposible deseo de renegar de todo por lo que está siendo utilizado?. Puede que le afecte también ser de un simple color, pese a la relatividad existente en la diferenciación de los colores. A fin de cuentas, lo obligamos a ser racial; no por ser de un color ni por haber sido creado de ese color único, sino porque es común utilizar jerarquías de colores en los apuntes, notas, redacciones, etc. Él en mis manos puede ser superior, mas, si se lo dejo a mi compañero, de repente puede perder toda dignidad ante otros que son, esta vez, superiores a él. ¿Cómo hemos de ser llamados en esos casoscasos: Dios, Conciencia, Locura, Sentido Común? Todos estos pensamientos que nublaban mi mente no pudieron hallar salida en una respuesta, pues mi hijo me quitó el lápiz de las manos para llevárselo a la boca como si de un lobo se tratase, y mientras mi empatía sufría al ver a ese lápiz enfrentarse a un nuevo miedo, a ese posible demonio en su mente llamaron al teléfono; recordándome que, pese a la posibilidad de que todo cuanto pase a mi alrededor forme parte del juego que mi mente tiene conmigo, he de comportarme como si fuese una minúscula parte.


-¿Diga?


-Sargento, noticias frescas, un vagabundo ha muerto en la ca-


- Detreti, ¿cuántas veces te he dicho que no me molestes con casos absurdos?- le interrumpo


- Señor, no es por ofenderle, pero si se hubiese tratado de una tontería, me hubiera encargado como ya me ha enseñado, dejándolo en manos de centros caritativos.


- ¿De qué se trata entonces?


- No sabría explicárselo bien, señor, parece un caso de la mafia de esos de las películas, al hombre pareciera que le han echado a los perros y escapase sin suerte.


-¿A qué te refieres?- Dije mientras terminaba de vestirme y me encaminaba a la puerta con las llaves en una mano y la otra apuntando a mi chaqueta de cachemira.


-Mejor que lo vea con sus propios ojos... Sólo le diré que no se diferenciar si el hombre tenía mucho o poco hambre.


Cuelga. Miré el teléfono como si me hubiera sacado la lengua, para levantar la cabeza y encontrarme con esa misma cara en el reflejo del espejo al lado de la puerta. Volví en mí, abrí la puerta y, cogiendo aire, la cerré a mis espaldas, preguntándome el nombre y la suerte de aquel pobre demonio.



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3. Coming soon







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